Una muestra: en septiembre van a cerrar el primer hospital público que caerá víctima de la crisis. Es el Juan March, en Baleares: 104 camas para enfermos crónicos y cuidados paliativos. Los pacientes, en su mayoría ancianos, están aterrados.
¿Qué pasará con ellos? ¿Los mandarán a sus casas, a sufrir y quizá morir como perros en el conveniente silencio de su indefensión?
Anthony Lake, el director general de Unicef, dijo hace unos días en una entrevista que en las situaciones duras aumenta la empatía de las personas. Es cierto; está comprobado que la gente más pobre participa más en el voluntariado social, y suele haber más solidaridad en las colectividades con pocos recursos. Y esto es así porque la empatía mejora las posibilidades de supervivencia del grupo; digamos que es una respuesta innata e instintiva. Pero no es la única: los momentos duros también pueden fomentar la depredación y la pelea violenta.
En España estamos atravesando una de las crisis más severas de nuestra historia, y habría que plantearse qué vía queremos escoger para intentar sobrevivir: la empatía o el enfrentamiento. O hacemos todos un esfuerzo de veracidad y colaboración o será aún más duro. Pero colaborar no es callar y aceptar cualquier cosa; al contrario, es intentar reflexionar sobre cuales queremos que sean nuestras prioridades. Las mías, por ejemplo, son sanidad y educación. Ese es el debate que están intentando hacer los del 15-M, y no creo que ayude a la empatía social que los aporreen.
Rosa Montero
No hay comentarios:
Publicar un comentario