7.05. Charini, que no es ni fea ni guapa (como tú), se levanta cada día antes que tú, para que tú puedas dormir un poco más. Ella, que tiene dos hijos, que creo que son tuyos también, intenta que desayunen como es debido, mientras tú aún andas soñando con Marilyns imposibles.
Ella, con los pies en el suelo, llega a los 164 centímetros de cordura y a ti te sobra por lo menos la cifra final. Tú tienes la suerte de un trabajo de 8 a 3. Ella tiene la desgracia de no tenerlo.
Las siete y media y a Charini no le han llegado buenas cartas; en realidad, las de todos los días. ¿Dónde está el comodín? Pasea su bata y sus 59,5 kilos por el corredor, mientras va abriendo puertas y encendiendo luces. “¡Carlitos, la hora! ¡Anita, p´arriba!”
Levanta las persianas y el día amanece en tu casa. Te das cuenta entonces de que no estás solo, hay alguien que mueve el mundo: es Charini, que ha puesto café. Te lo tomas y te vas con un casto beso como pago (algunos días, ni siquiera eso), que ella agradece. Se conforma con poco. Tú no estás contento, siempre quieres más. Tú trabajas, o al menos eso parece. Llegas a casa a mantel puesto y a cuerpo de rey y allí te está esperando ¿la reina de la casa? La limpió, hizo la compra, preparó la comida, recogió a tus hijos del cole. “Gordi, ¿qué hay de comer?”
¿Miraste un segundo a sus ojos? ¿Le dijiste lo guapa que estaba? ¿Olvidaste quizá que tienes que seguir enamorándola?
Antonio de los Ríos Ruiz.
Muy chula
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